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sábado, 31 de enero de 2009

José Saramago recurre de nuevo al humor y escribe libro para publicarlo este 2009 / Ericka Montaño Garfias

Con 86 años “ya no voy a vivir mucho, pero espero vivir lo que me quede con la serenidad interior que tengo”, dijo el premio Nobel José Saramago durante una videoconferencia con motivo de la publicación de su nuevo libro El viaje del elefante.

El escritor portugués advirtió que en México el narcotráfico es una fuerza que todo lo condiciona. “Es un poder dentro del Estado mexicano y mientras no arranquéis esa planta venenosa, no sé qué es lo que podéis hacer”.

Habló también de Barack Obama como presidente de Estados Unidos y no como mesías, de la enfermedad, la muerte, su blog y del libro que está escribiendo –”quizá el último”– que podría publicarse a finales de este año.

Habrá quien quiera ver en el libro que aún escribe un testamento literario, pero “no hay nada de testamento. Si es el último no faltarán los críticos para cazar en el libro lo que puedan entender como una especie de adiós a la vida, pero me parece algo fútil”, dijo el escritor desde la biblioteca de la fundación que lleva su nombre ubicada en Lanzarote, España.

“Quizá el libro que estoy escribiendo ahora es para tomar la vida y la muerte muy en serio, y es que tú puedes reírte de lo que quieras, incluso de la muerte, pero no vas a dejar de morir cuando llegue la hora. A la muerte no le importa si te ríes o no.”

Hace un año el autor de Ensayo sobre la ceguera enfermó de gravedad y “aprendí que no vale discutir con la muerte. La muerte se acepta. Salí de esa enfermedad con una serenidad interior enorme. Ni siquiera el riesgo en que he estado de perder la vida me ha asustado. Con 86 años ya no voy a vivir mucho, pero espero vivir lo que me quede con la misma serenidad que tengo”.

Cuento, novela, fábula

Respecto de su libro recién publicado por Alfaguara con tiraje en México de 35 mil ejemplares y que lleva tres ediciones en España, Saramago explica que comenzó como un cuento que superó más de 250 páginas por lo que comenzaron a clasificarla como novela. “Falta todo lo que caracteriza a una novela, pero si todo el mundo pasa a llamarlo así no pasa nada. Lo que cuenta es lo que está dentro del libro” en el que se presenta una novedad: el humor.

Hasta antes de este libro –al que su autor se refirió como fábula en la charla con los medios– el rasgo de la obra del Nobel portugués era la ironía. Pero en El viaje del Elefante “el humor se manifiesta justamente como humor y gana un protagonismo que no tenía antes. Curiosamente el libro que estoy escribiendo también va por los caminos del humor. Creo que puedo decir que el humor ha venido para quedarse”.

También se dedica a escribir en su blog (http://cuaderno.josesaramago.org/), que lleva en la red un año con alrededor de un millón de visitas. A través de Internet “me ha podido leer una cantidad de personas que no me leerían en los periódicos”, dijo.

Durante la videoconferencia, que por fallas en el audio devino conferencia telefónica, Saramago respondió acerca de lo que ocurre en México y Estados Unidos.

De México, dijo, “es un país que no logro entender. Cómo es que con una cultura extraordinaria, con una potencia no sólo material sino también espiritual (...) ¿qué es lo que pasa ahí? No es el único país donde ocurre que todo está contaminado por la corrupción, incluso la policía, las autoridades (...) iba a decir sin que nadie haga una protesta social. ¡Claro que sí!, la sociedad protesta, pero si los movimientos de indignación popular pudieran manifestarse con fuerza los políticos tendrían que hacer algo que hiciera justicia al país que tienen.

“Además por encima de todo en los últimos años se presenta el poder del narcotráfico que todo lo condiciona. Hay un poder dentro del Estado mexicano, dentro del país, dentro de la sociedad y mientras no arranquéis esa planta venenosa no sé qué es lo que podemos hacer, o qué es lo que podéis hacer porque ustedes son los que estáis sufriendo.”

La llegada de Obama a la presidencia estadunidense es “una revolución de la que no hay marcha atrás” por el hecho de que un negro es quien ocupa ese cargo.

“Claro el error nuestro sería, o será, considerar a Obama como una especie de mesías, que todo lo hace, incluso milagros. No hace milagros está rodeado, está cercado de tiburones.

Fuente: Diario La Jornada del día sábado 31 de enero del 2009

jueves, 8 de enero de 2009

Sin título

No lo pude creer hasta que vi las tanquetas alrededor de la unidad habitacional. Lourdes, mi muchacha, entro a toda prisa hacia la cocina, casi resbala con el jabón que había regado para lavar el suelo. -¡Señora, señora, en Tlatelolco andan matando a los estudiantes! ¡Píquele! Malena se había ido junto con Dieguito al mitin que se realizaría esa tarde en la plaza. Son mis dos hijos. Mi hija andaba muy interesada en el movimiento estudiantil. Asistía a las juntas del CNH desde las once de la mañana y se regresaba ya en la tardecita, antes que oscureciera. Nunca le había dado tantas libertades, casi ni la dejaba salir, pero es que esos estudiantes y sus ideas se ganaron mi respeto. Querían el cese de la represión, libertad a los presos políticos, eliminación de cuerpo de granaderos, derogación del articulo 145 y otras dos cosas que ya no me acuerdo. Exigencias nada difíciles de satisfacer, que el gobierno de haberlo deseado le hubiese dado solución un fin de semana. Un par de soldados, con fusil empuñado, me detuvieron cuando traté de ir en busca de mis críos. -¿A dónde crees que vas pendeja?- Mientras uno preguntaba, el otro apuntaba su arma directo a mi cabeza. –Voy a buscar a mis hijos- lo dije decididamente. Apenas por la mañana, poco después de desayunar, Diego jugaba a ser bombero, montado sobre un carro de madera que le compré hace unos meses. Apagaba incendios, rescataba personas en aprietos y pequeños mininos que se habían quedado atrapados en algún árbol, todo imaginario. Malena me había ayudado a sacudir las cortinas, hizo agua de naranja y llevo el lonche a su papá que trabaja una cuadra delante de donde vivimos. A duras penas los del ejército me dejaron entrar a la plaza. La gente corría horrorizada, las balas surcaban el aire, los gritos lo llenaban todo. Me detuve en el edificio Chihuahua detrás de uno de sus pilares ocultándome de la balacera. Por azares del destino, encontré ahí a Malena. -¡Mamá, mamá! ¿Qué hace usted aquí? Estos hombres se han vuelto locos, disparan a todo lo que se mueve ¿qué hace aquí mamá?- Estaba deshecha, me hablaba llorando con la mirada perdida y se le veía mas pálida que antes. La tomé de la mano, la abrace, pregunte por Diego –Mamá, dejé a Diego jugando con otros niños, no se dónde esta- No le dije nada y la forcé a que corriera. Había mucha gente muerta, zapatos, pancartas, sangre. Un niño de cinco o seis años que iba corriendo rodó por el suelo. Otros niños que venían junto a él huyeron despavoridos. Pero uno como de seis años se regreso a sacudirlo, era mi Dieguito. –Juanito, Juanito, levántate- Lo empezó a jalonear como si con eso fuera a reanimarlo –Juanito, ¿qué te pasó? ¡Te voy a rescatar!- Seguramente jugando a los bomberos nunca aprendió lo que era la muerte, y no lo iba a saber nunca, por que sus preguntas ya no se oyeron, sólo un quejido, y los dos pequeños cuerpos quedaron tirados sobre el asfalto, uno encima del otro. Nos acercamos a los niños. Me hinque junto a Diego, bese su frente. Un estruendo terrible se escucho junto a mi. No tardo en caer al suelo Malena. Esquirlas le deshicieron el rostro. Me quede pasmada, con una sensación de impotencia y coraje llenándome el cuerpo, es quizá lo que hizo que ya no moviera.