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martes, 2 de diciembre de 2008

Minúsculo insecto

Recién desempaque las cosas que traía para mi viaje al DeFectuoso. No eran muchas; cuatro pares de pantaletas, dos máscaras, siete cotonetes y un paquete de cigarrillos. No es que fume, pero por tres pesos se venden muy bien en el metro.

Hace tiempo que no iba para la ciudadzota, mas de dos años. Es impresionante; la gente apresurada, el trafico, escándalo de los helicópteros, los edificiotes, todo, te hace sentir como cucaracha, minúscula, insignificante. Debe ser casi imposible EXISTIR en una ciudad donde hay dos millones de bastardos que se parecen a ti, que comen y defecan como tu, que comparten contigo algunos gustos, fobias, manierismos, aptitudes, caracteres, etc´s. Es sencillo que sobresalga un espárrago entre la sopa de coditos, pero ¿cómo brinca un frijol en medio de mas frijoles? Quien brilla en esa quimera urbana es apto para conquistar el mundo, aunque se escuche medio mamón.

Fue curioso analizar la mirada de los defeños. Semi-inmóvil, dubitativa, indiferente, melancólica, casi sin vida. Pareciera dueña de seres hartos ya sin sueños, sin entusiasmo por amanecer en el mundo, sin otro propósito mas que "llevarla tranquila". Esto es comprensible cuando se piensa en lo del párrafo anterior. Los capitalinos caen mas pronto en la cuenta de que no somos nada, pues tienen ante si una mega polis que les hace evidente la bastedad del mundo, y por ende, descubren su microscópica participación en él.

Por eso, me gusta, casi fascina, mi pueblo bicicletero. No tengo que competir contra otros dos millones, solo con unos cuantos, y esos cuantos me ven una vez a la semana y pueden reconocerme, pueden, al menos, decir Allá va la doña que lucha, La sangrona del ring, La perra Aguayo, etc. Puedo conservar la mirada alegre, vigorosa, altiva, gracias a que el caos no me hace sentir como un misero insecto.