...

;

lunes, 6 de octubre de 2008

Alcampo

¡Bestias! Hace un par de días tuve la oportunidad de ir al campo. Que bonita es la sensación del polvo sobre tu piel, del polvo crujiendo entre tus dientes, del polvo entrando por las comisuras de tu auto-estereo Sony hasta que de plano los discos ya ni se les entiende de tan tartamudos que se ponen. Me invitó Doña Fátima, la vecina de mi vecina, que iban a hacer una elotada y obviamente acepté. Me llevé a mi pequeño vástago, Manuelito, que tenia ya varios años sin correr entre las milpas. El lugar era pintoresco; sembradíos de maíz por todas partes, gente amable circundante, mezquites de sombras frescas y sol, mucho sol. Manuel estaba maravillado. Abriendo bien los ojos perseguía a las pequeñas mariposas que en el lugar revoloteaban, contemplaba los minúsculos bichos que hacían peripecias en el borde de las ramas, contaba las hormigas y los piquetes de mosquitos que iba juntando en los brazos. Yo mientras me bebía una cerveza, me recostaba tranquilamente en una silla blanca de la Coca-Cola y recargaba los pies en una hielera Coleman. ¿Qué tan dependientes nos hemos vuelto de los productos fabricados en empresas, de la “vida agitada”, que ya es incluso necesario que transportemos un poco de la “modernidad” al campo? Se hizo tarde y volvimos. Manuelito terminó agotado, se paso el día jugando entre los maizales mientras Doña Fátima y su pequeña hija cortaban los elotes.

jueves, 2 de octubre de 2008

A "papá"

Hoy les voy a contar de un desgraciado que ha jodido mi vida y la de mis hijos. Álvaro, mi ex marido. Un tipo sabiondo, ratón de biblioteca, que fuera de sus libros es un ser que no vale la pena. Muy culto, muy culto, huy cuanto libro ha leído, huy los grandes de la literatura, huy Platón, huy el canon. ¿Y qué? Todo eso no le ha servido para manejar su vida, para saber que antes de su compromiso consigo mismo o con el mundo que lo rodea, lo tiene con sus hijos. De no haber querido la carga de cuidar a unos crios, no los hubiera tenido. Es un ojete, irresponsable, un cacahuate viviendo en una cabeza muerta. Nos dejó solos por irse a gozar las carnes de otra mujer, que finalmente con el paso de los años lo traicionaría. Pero, como dirían en los comerciales de los 90as, esa es otra historia. No recuerdo cuantos años tenían mis hijos cuando se largó ese tipejo. Omar unos 8, Manuel más o menos dos años. Al principio, cuando su partida era reciente, Álvaro me ayudo un poco con los gastos de la casa y de los niños. Pero, pasados los meses, fue haciéndose del rogar, difícilmente me daba un quinto. Un día llegamos a los juzgados para establecer legalmente lo que les tocaría de pensión a los chiquillos, pero Álvaro tenía sus influencias y el juicio fue a su favor. La miseria que les tocó a los niños como manutención era de 17 pesos mensuales. Me vi en dificultades para solventar mis gastos hasta que un día la “Martucha”, una gran amiga mía, me dijo que en Gimnasio Rubén Olivares estaban buscando chamacas fornidas para un espectáculo de luchas que darían el fin de semana. Así que fui, me presente toda guapetona, con mis mejores galas, y al estar ahí enfrente de aquel que decía llamarse entrenador, me pidió que me pusiera una máscara de las que tenía ahí en el gimnasio a ver si con ella me veía mas linda. Les gusté. Me dijeron que me presentará el fin de semana a la hora del show y que no me preocupará por nada, todo estaría en manos de mi contrincante. Así entré a las luchas, por ese desgraciado que aún busca a mis hijos con el estandarte de padre cuando debería llegar de rodillas mostrando sus disculpas y su vergüenza. Un saludo al bicho ese: ¡Taka ta taka!

miércoles, 1 de octubre de 2008

No hay algo más poético


No hay algo más poético
que una niña riendo sobre el tejado,
el eco de otro eco,
las hojas del otoño arremolinándose,
o en la laguna,
ver el reflejo del árbol
que desde niño te ha encantado.

Nada tan poético,
como los brillantes ojos en la vejes del hastiado,
regalarle a tu reflejo el dialogo,
un par de calcetines de estambre,
la balada triste en el piano,
un pájaro muriendo en el aire
y el hambre.