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lunes, 20 de abril de 2009

Hasta luego, Ballard


El domingo me había levantado temprano para despedirme del mar. Me dijo, Hasta luego, rozándome con sus faldas; su crinolina clara, espumosa y fría de la mañana. En ese mismo instante, del otro lado del mundo, un visionario de la literatura, a la edad de 78 años, paraba su carro de vida por un cáncer terminal. J. G. Ballard atravesaba la última y mas cruenta de sus batallas en la que seguramente fue más combativo que nunca.

Ballard nace en la ciudad de Shangai, China. A temprana edad fue encerrado en un campo de concentración durante la Segunda Guerra Mundial, experiencia que tiempo después relataría en su celebre novela El imperio del sol. En 1946 su familia se traslada a Gran Bretaña y Ballard inicia estudios de medicina en la Universidad de Cambridge, estudios que nunca concluyó. Trabaja después como redactor en un periódico técnico y como portero del Covent Garden, antes de incorporarse a la RAF de Canadá como piloto. Una vez licenciado trabaja como adjunto a la dirección de una revista científica para pasar más tarde a dedicarse completamente a la literatura. Se convierte en uno de los autores de la llamada Nueva Ola de la ciencia ficción inglesa. Su literatura desarrolla en sus temáticas distopías, es decir, utopías perversas dónde la realidad transcurre en términos opuestos a los de una sociedad ideal, osease, una sociedad opresiva, totalitaria e indeseable.

Algunos de sus mejores trabajos: El mundo sumergido de 1962, dónde imagina las consecuencias del calentamiento global que logra que los polos se derritan. El imperio del sol de 1984, es una novela autobiográfica de un niño en tiempos de guerra. Crash de 1973, dónde nos habla de la relación entre los autos y el deseo sexual. Noches de cocaína de 1996, una comedia negra dónde nos cuenta de una Riviera decadente. La exhibición de atrocidades de 1970, expone las obsesiones del autor, considerada una novela compuesta de micro-novelas que en conjunto exponen las diferentes formas de violencia irracional del mundo moderno.

Pienso, que Ballard observaba el Támesis mientras yo veía el Pacifico y las aguas se encargaron de fundir nuestra silente mirada, contemplativa, buscando, como siempre, un nuevo lugar a dónde ir.

Hasta luego Ballard.

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