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sábado, 6 de febrero de 2010

Maese Mario Rivero

Mario Rivero


Antes de dedicarse a escribir y de que su obra lo consagrara como uno de los más importantes poetas de las últimas generaciones del siglo en Colmbia, probó muchas cosas y tuvo múltiples experiencias: voluntario en la guerra de Corea, cantante de tangos, actor de teatro, vendedor de libros y de arte; vivió su juventud en constante movimiento, deambulando por Centro y Suramérica, con incursiones a Europa, en calidad de expositor y guía de seminarios y excursiones artísticas. Contertulio de los cafés de intelectuales y artistas bogotanos, especialmente de El Automático, allí perfiló su definitivo destino poético, al lado de los "cuadernicolas" y sumándose a la naciente corriente de poesía urbana, que él llegó a imponer representativamente.

Director y fundador desde 1972 de la revista Golpe de Dados (según la Historia de la Poesía Colombiana publicada por la Casa de Poesía Silva en 1991, dio nombre a la generación de sus contemporáneos). Crítico permanente de artes plásticas, en revistas y periódicos. Su obra ha merecido numerosas e importantes distinciones, entre ellas: Premio Nacional de Poesía "Eduardo Cote Lamus" en 1972, mención internacional en La Habana, en 1973, por su libro Y vivo todavía. Condecoración en el Festival de Proartes en 1983. El grupo Ulrika de Bogotá le rindió homenaje en 1993. Premio Nacional de Poesía "José Asunción Silva" en 2001.

Libros: Poemas urbanos (1966); Noticiario 67 (1967); Y vivo todavía (1972); Baladas sobre ciertas cosas que no se deben nombrar (1973); Baladas -antología- (1980); Los poemas del invierno (1984); Mis asuntos (1986); Vuelvo a las calles (1989); Del amor y su huella (1992); Mis asuntos -antología- (1995); Los poemas de invierno (1996). Flor de pensa (1998), Porque soy un poeta -entrevista- (2000), Balada de la gran señora (2004).

Endecha

Estábamos perdidos
cuando nos encontramos
en aquel retraso de aeropuerto.

Yo estaba lleno de noche y de frío,
aunque había pasado tres días
en el "San Francisco",
con una muchacha de nalgas redondas.

Tu creíste que yo era un camionero.
Admiraste la vulgaridad de mi estilo
y me amaste por ello.
-No lo era.-

Yo creí que tú eras una princesa,
que arrastraba hasta mí su aburrimiento.
-Y es verdad.-

Como es verdad que seguimos estando perdidos.
Yo, por no poder soportar la realeza,
tú, por no saber nunca lo que estás haciendo.


La calle

Esta calle mi calle
se parece a todas las calles del mundo
uno no se explica por qué
suceden tantas cosas en un minuto
en una hora en doce horas
desde que el sol preña la tierra

Tiene puertas como bocas sin dientes
Las mujeres se asoman a las ventanas
y miran tan lejanamente...

Sobre un alambre en el que los días
hacen equilibrio cuelgan a secar
medias camisas y pantalones rotos

Tres mujeres con cara de pocos amigos
esperan el bus. son modistillas
que van a los talleres de la ciudad
a coser su miseria con una aguja de oro

La beata de enfrente
acaricia con uvas a un gato lustroso
y le dice "my darling"
mientras un estudiante regresa
a su cuarto de hotel
donde la cama en actitud de mujer pariendo
espera su saco de huesos
y colgado en la pared con una cinta
el retrato de la novia
que se ahorcó en sus trenzas
y ya tiene dos hijos parecidos
a su marido el boticario

Al final de la calle está la casa
del farolito rojo
a donde van prostitutas niñas
con pelo color de miel
y senos como dos monedas de centavo frías

Esta calle mi calle
se parece a todas las calles del mundo
se ven éstas cosas y otras cosas...


Cosas que pasan

Este hombre y esa mujer se conocieron cierto día
Sin duda el hombre sonrió a la mujer
sin duda le trajo flores
sin duda llegó a conocer su olor entre mil
y hasta olfatear su ropa interior
su brassière sus pantalones
tirados sobre la cama

Años después ella pasa con un gordo contoneo
envuelta en pieles emplumadas
Su perfume es el mismo barato y dulce
lo mismo ondula su grupa de sanguijuela encantadora
tiene en cambio los ojos turbios
como dos cuentas desteñidas de porcelana

El parece un hombre serio y sobrio
con su cuentica en el Banco y su "curriculumvitae"
no hay duda de que ha sabido ubicarse bien en el proceso
la mira la examina de una manera abstracta
como si examinara
una cosa vieja oxidada
a la brillante luz del sol
Parpadeando estúpidamente desde un lapso de olvido
y sombra y grasa...
Tiresias ciego adivino de mamas arrugadas
Todos somos él
-o algo parecido al menos-


Tango para “Irma la dulce”

I

Aquí estuvo
sacudida por el manoseo las habladurías
y los despertadores.
Aquí estuvo demasiado triste en el final.
Las palmas bajo la nuca y el pelo desparramado
agreste como barba de coco
mirándolo todo con simpleza y admiración
“cómo se ve que tú eres escritor” me dice
a media voz en la tiniebla de un cuarto con ginebra
estéreo
y flores de plástico de todos los colores.
Allí figuraban y no podían faltar claro esta
Sosa Benny More Gardel
los clásicos del tango y el bolero
y los otros
los Mozart y los Beethoven de siempre
en fin todo eso que uno no ha aprendido a sentir
pero que sí parece
lo único verdadero pulcro
adecuado
para evadir la brutalidad de los sucesos.
Yo estaba lejano triste tratando de animar
falazmente
la cansada sangre en las venas
y ella ancha casi tapando la cama
funcionando soberbiamente
con lo que se podría llamar su belleza
o sea su “verdad”
una cosa hecha de calor- poder- y- fuerza un desbordamiento
como una yegua blanca con sus patas traseras
bien abiertas
que se vuelven plateadas y empiezan a brillar
en un cabrilleo de luces
inestable
una rendija de luz en la persiana
que sube por sus piernas e impone a su cuerpo
una lividez de avena
y todo todo perdiendo la certeza y la eternidad
como si la luz estuviera de veras inventando
una forma nueva.
Ya la noche se había acabado
ella puso su mano en mi cara y dijo “soy una mujer cansada”
tan grata su mirada que me sentí ablandado
sin luchas
quise adelantarme empujar la persiana
admitir la franqueza del día
la circuntristeza
romper el espejismo el sortilegio engañoso
“por qué hablas así gatita esas son las cosas que dicen
las intelectuales neuróticas”
“lo sé pero créeme que hablo completamente en serio”
Y luego como la cosa más natural del mundo
“sé que el error está en mí misma”
llama “error” a su vida
y me contó de su marido músico
mafioso
chupando la trompeta como si fuera marihuana
hasta la madrugada
“no no es un programa estar sola todas las noches no creas”
y continuó hablando y vistiéndose un sostén modelo televisión y liguero negro]
y diciendo que “qué barbaridad” y que “qué tontería”
como respuesta a una pregunta conocida
a una inquisición cifrada
“sí creo que así es lo mejor”
agrega
“no hay complicaciones ni números de teléfonos ni cartas
de amor ni nada”
“me gusta la vida libre el cambio”
le digo
“le tengo un horror sagrado a las posesiones
y ahora ya sabes mi nombre y donde vivo para que se empiecen
a amarrar los nudos
para que todo se empiece a terminar”
Y le invento una historia mediocre
profundamente provinciana
o de la literatura considerada como la coartada perfecta
ella no lloró ni se rió
miró melancólicamente
frente a sí como si hubiera un vacío
evidentemente no conocía ni a Yago ni a Otelo ni a
“Chéspier”
y ni siquiera a Maupassant
y está ignorancia la conducía hacia la niñez
dulcemente
“El mundo es así” concluyo
como si ya me estuviese yendo lejos
de un mundo gentil y frío
y termino con un instantáneo “la gente”...
es la vaga palabra
en la que le he decretado
de pronto su fin.
Afuera en la tiembla – luz
las casa cerradas envueltas en un vapor esmerilado
un postigo
que se abre como un párpado y que luego se cierra
intento tocar de nuevo
su ombligo oloroso sus teticas apretadas forradas
bajo un dique
de botones y flecos
tratando de inventar el gesto la actitud la palabra
que diluya en un aire amable casual
la tristeza largalargalarga
de pozo ciego
el encantamiento muerto.
Pero hay que irse no podemos esperar demasiado
se cubrió con los vidrios oscuros
alta lejana ya yéndose
con su olor ruda-y-sal bajo las axilas del suéter
con su carne viva templada bajo la piel
con el amor...
“Llámame cuando quieras” me dijo a modo de despedida.
Sobre los árboles con hojas de pelusa plateada
comenzaba un cielo azul-bandera...


¿Qué corazón?

Quién conduce ahora,
sin mas compañía que la música,
por esa solitaria carretera,
¿Qué corazón?

¿Quién ama y fuma,
en habitaciones de motel, ahora?
Quién arrastra su desierto
por las vacías calles del centro,
¿un fantasma? ¿Un hombre?

Qué jazz – más allá del jazz –
en este viernes por la noche,
¿qué melancolía asciende?

¿Qué bebedores de alta noche,
ahogan la imposibilidad, doble,
de vivir y de morir?

¿Qué sombrío estampido, aquí, a dos pasos,
hace más abandonada aún la noche
las calles de Dios?

¿Qué adolescente mudo
se atraca ahora, de todas las drogas
de la soledad?

Y, ¿de quién el corazón
que ausculta la noche, las calles,
las habitaciones, los gritos
en la hora mas alta?

¿De qué poeta, metido
en su propia media-noche
en la oscuridad?


Secuencia urbana

Un día miramos
con más hambre
la corteza de un árbol
y el olor de la gasolina
es un buen olor.
Y no nos molesta
la economía de las monedas
vivimos un momento
infinito
cuando descubrimos
inapelablemente
que nos vamos a morir.

Entramos al cine
con el plan de arañarle
los muslos de la amiga
y sucede
que lo que vemos en el lienzo
nos hace llorar a los dos.

Se encienden las primeras luces
Banco de Londres Chicles Clark
National City Bank
detrás de la cortina
el hombre y la mujer se miran
y se ponen la última prenda.
Hay cara de fin en cada cosa
cuando se encienden las primeras luces.

El gamín irrumpe de pronto
por la puerta del bus
acosado como un ladrón.
Ofrece un rápido espectáculo
recoge unas monedas
y escondiendo el botín
en su chaqueta
escapa como un perro apelado
cuando lava del día
nos cubre
nos queda algo de su voz amigdalada
y un pedazo de su canción.

El tren avanza fatigado
como una tortuga
respirando humo y carbón
en tren será chatarra
todo será polvo y chatarra.

No me digan que vivir está mal
aunque algo nos venga desde el fondo.
No todos saben
lo que pasa en el día
estar vivo es una cita
frente a un mantel a cuadros
o decir vamos a la esquina
de los cacahuetes.
Es bueno sentarse a la sombra
en verano
a oír el martilleo de los latoneros
que trabajan sobre las barracas
a lo lejos.
Vivir está muy bien
pues no hay nada más bello
que un obrero mezclando cemento
una grúa en la tarde
o una puta joven
elástica
lavándose la boca
y soñando en su pueblo
perdido entre valles azules
y balsámicos.
O el viejo que va despacio
calle abajo
deteniéndose a menudo
y que lleva unidos por una cuerda
un sartal de peces rojos –dorados
y la tarde
la tarde hinchada de pitos y de pájaros
y un recuerdo
con olor a tabaco y madera.

1 comentario:

Anónimo dijo...

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